PARA LOS AMIGOS DE CAMINADA

Aquí empezaremos el estudio del Evangelio de Cristo, con sus explicaciones. Los textos de espíritus amigos, ilustran con ejemplos, visando mejorar nuestra comprensión. ¡¡¡Deseo a todos una excelente caminada hacia al creciente Universo de sabiduría y amor!!!

"Poniendo en practica lo que aprendemos todos los días, resaltamos nuestras evolución moral"

domingo, 29 de julio de 2012

NADIE PUEDE VER EL REINO DE DIOS SINO AQUEL QUE RENACIERE DE NUEVO


CAPITULO IV

Resurrección y reencarnación. - Lazos de familia fortificados por la reencarnación y rotos por la unidad de existencia. - Instrucciones de los espíritus: Límites de la encarnación. 
- ¿La encarnación es un castigo?


Resurrección y reencarnación


1. Y vino Jesús a las partes de Cesárea de Philippo, y preguntaba a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el hijo del Hombre? - Y ellos respondieron: los unos que Juan el Bautista, los otros que Elías, los otros que Jeremías, o uno de los profetas. - Y Jesús les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? - Respondió Simón Pedro, y dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. - Y respondiendo Jesús le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (San Mateo, capítulo XVI, v. de 13 a 17; San Marcos, cap. VIII, v. de 27 a 30).

2. Y llegó a noticia de Herodes el Tetrarca todo lo que hacia Jesús, y quedó como suspenso, porque decían algunos: Que Juan ha resucitado de entre los muertos; y otros: Que Elías había aparecido; y otros: Que un profeta de los antiguos había resucitado. - Y dijo Herodes: Yo degollé a Juan. ¿Quién, pues, es este de quien oigo tales cosas?, y procuraba verlo. (San Marcos, capítulo VI, v. 14 y 15; San Lucas, cap. IX, v. 7, 8 y 9).


3. (Después de la transfiguración). Y sus discípulos le preguntaron, y le dijeron: ¿Pues por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero? Y él les respondió y dijo: Elías, en verdad, ha de venir y restablecerá todas las cosas. - Pero os digo que ya vino Elías, y no le conocieron, antes hicieron con él cuanto quisieron. Así también ellos harán padecer al hijo del hombre. - Entonces entendieron los discípulos, que de Juan el Bautista les había hablado. (San Mateo, capítulo XVII, v. 10 a 13; San Marcos, cap. IX, v. 10, 11 y 12).


4. La reencarnación formaba parte de los dogmas judáicos, bajo el nombre de resurrección; sólo los saduceos, que pensaban que todo concluía con la muerte, no creían en ella. Las ideas de los judíos en este punto, como en muchos otros, no estaban claramente definidas, porque sólo tenían nociones vagas e incompletas sobre el alma y sus lazos con el cuerpo. Creían que un hombre que había vivido podía volver a vivir, sin explicarse con precisión la manera cómo esto podía suceder; designaban con la palabra resurrección, lo que el Espiritismo llama más juiciosamente reencarnación. En efecto, la resurrección supone la vuelta a la vida al cuerpo que está muerto, lo que la ciencia demuestra ser materialmente imposible, sobre todo cuando los elementos de su cuerpo están dispersos y absortos después de mucho tiempo; la reencarnación es la vuelta del alma o del espíritu a la vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente formado para él y que nada tiene de común con el antiguo. La palabra resurrección podía de este modo,
aplicarse a Lázaro, pero no a Elías ni a los otros profetas. Si, pues, según su creencia, Juan Bautista era Elias, el cuerpo de Juan no podía ser el de Elías, puesto que se había visto a Juan niño y se conocía a su padre y a su madre. Juan podía, pues, ser Elías reencarnado, pero no resucitado.


5. Y había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, príncipe de los judíos. - Este vió a Jesús de noche, y le dijo: Rabbi, sabemos que eres maestro venido de Dios porque ninguno puede hacer estos milagros, que tú haces, si Dios no estuviera con él. 

   Jesús le respondió, y le dijo: En verdad, en verdad te digo, "que no puede ver el reino de Dios si no aquel que renaciere de nuevo"
   Nicodemo le dijo: ¿Cómo un hombre puede nacer siendo viejo? ¿por ventura puede volver al vientre de su madre y nacer otra vez?

   Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo, que no puede entrar en el reino de Dios, si no aquel que fuere renacido de agua y de Espíritu Santo.
   Lo que es nacido de carne, carne es: y lo que es nacido de espíritu, espírito  es. - No te maravilles, porque te dije: os es necesario nacer otra vez. - El espíritu donde quiere, sopla; y oyes su voz: mas no sabes de donde viene, ni adondé va; así es todo aquel que es nacido de espíritu.
   Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? - Respondió Jesús y le dijo: ¿Tú eres maestro de Israel y esto ignoras? - En verdad, en verdad te digo: que lo que sabemos, eso hablamos, y lo que hemos visto, atestiguamos, y no recibís nuestro testimonio. - Si os he dicho cosas terrenas, y no las creéis, ¿cómo creeréis, si os dijese las celestiales? (San Juan, capítulo III, v. de 1 a 12).


6. La idea de que Juan Bautista era Elias y que los profetas podían volver a vivir en la tierra, se encuentra en muchos pasajes de los Evangelios, particularmente en los relatos anteriores (números 1, 2 y 3). Si esa creencia hubiese sido un error, Jesús la hubiera combatido como combatió tantas otras, lejos de esto la sancionó con toda su autoridad y la pone en principio y como una condición necesaria, cuando dice: "Que no puede ver el reino de Dios sino aquel que renaciere de nuevo"; y añade insistiendo en lo mismo: "No te maravilles porque te dije: os es necesario nacer otra vez".



7. Estas palabras: "si no aquél que fuere renacido de agua y de Espíritu Santo", han sido interpretadas en el sentido de la regeneración por el agua del bautismo; pero el texto primitivo dice simplemente "de agua y del espíritu"; mientras que en ciertas traducciones se ha substituído Espíritu por Espíritu Santo, lo que no está conforme con el mismo pensamiento. Este punto principal sobresale en los primeros comentarios hechos sobre el Evangelio, lo que un día se hará constar sin equívoco posible (1).


8. Para comprender el verdadero sentido de esas palabras, es menester referirse ala significación de la palabra agua, que no se emplea en su acepción propia. Los conocimientos que los antiguos tenían sobre las ciencias físicas eran muy imperfectos; creían que la tierra había salido de las aguas, y por esto consideraban el agua como elemento generador absoluto; así es que en el Génesis se dice: "El espíritu de Dios era llevado sobre las aguas; flotaba sobre las aguas; - Que el firmamento fué hecho en medio de las aguas; - Que las aguas que están bajo del cielo se junten en un solo punto y que el elemento árido aparezca; -Que las aguas produzcan los animales vivientes que nadan en el agua, y los pájaros que vuelan sobre la tierra y bajo el firmamento".


   Según esta creencia, el agua venía a ser el símbolo de la naturaleza material, como el espíritu era el de la naturaleza inteligente. Las palabras: "Si el hombre no renace del agua y del espíritu, o en agua y en espíritu", significan, pues "Si el hombre no vuelve a nacer con su cuerpo y su alma". En este sentido fueron comprendidas al principio.
    Esta interpretación está, además, justificada con estas palabras: "Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido de espíritu, espíritu es". Jesús hace aquí una distinción positiva entre el espíritu y el cuerpo. "Lo que es nacido de carne, carne es", indica claramente que el cuerpo sólo procede del cuerpo, y que el espíritu es independiente del cuerpo.
  

9. "El espíritu donde quiere, sopla y oyes su voz: mas no sabes de dónde viene, ni a dónde va", puede entenderse del "espíritu de Dios" que da vida a quien quiere o "del alma del hombre"; en esta última acepción: "No sabes de dónde viene, ni a dónde va", significa que no se conoce lo que ha sido, ni lo que será el espíritu. Si el espíritu o alma fuese creada al mismo tiempo que el cuerpo, se sabría de donde viene, puesto que se conocería su principio. En todo caso este pasaje es la consagración del principio de la preexistencia del alma, y por consiguiente de la pluralidad de existencias.







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(1) La traducción de Osterwald, está conforme al texto primitivo; dice: No renace del agua y
del Espíritu; la de Sacy dice: "de Santo Espíritu"; la de Lammenais, "del Espíritu Santo".



10. Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece fuerza y los que se la hacen lo arrebatan. - Porque todos los profetas y la Ley hasta Juan profetizaron. - Y si queréis recibir, "él es aquel Elias que ha de venir". - El que tiene orejas para oír, oiga. (San Mateo, cap. XI, v. de 12 a 15).



11. Pero si el principio de la reencarnación expresado en San Juan, podía en rigor ser interpretado en un sentido puramente místico, no sucedería lo mismo en el pasaje de San Mateo referido, que está sin equívoco posible: "El es aquel Elías que ha de venir"; aquí no hay figura ni alegoría; es una afirmación positiva. - "Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece fuerza". ¿Qué significan estas palabras, puesto que Juan Bautista vivía aún en aquel momento? Jesús las explica claramente diciendo: "Si queréis recibir, él es aquel Elías que ha de venir". No siendo Juan otro que Elías, Jesús hacia alusión al tiempo en que Juan vivía bajo el nombre de Elías. "Hasta ahora el reino de los cielos padece fuerza", es otra alusión a la violencia de la ley mosaica que ordenaba el exterminio de los infieles para ganar la Tierra de Promisión, paraíso de los hebreos, mientras que según la nueva ley, el cielo se gana con la caridad y el amor.


Después añade: "El que tenga orejas para oír, oiga". Estas palabras, tan a menudo repetidas por Jesús, prueban claramente que no todos estaban en estado de comprender ciertas verdades.



12. "Vivirán de nuevo tus muertos", mis muertos resucitarán; despertáos, y dad alabanza los que moráis en el polvo; porque tu rocío es rocío de luz. Y la tierra de los gigantes la reducirás a ruina. (Isaías, cap. XXVI, v. 19).



13. Este pasaje de Isaías, también es explícito: "Vivirán de nuevo tus muertos". Si el profeta hubiese querido hablar de la vida espiritual, si hubiese querido decir que aquellos que se había hecho morir no estaban muertos en espíritu, hubiera dicho "aun viven" y no "vivirán de nuevo". En el sentido espiritual, esas palabras no tendrían sentido; puesto que implicarían una interrupción en la vida del alma. En el sentido de "regeneración moral", son la negación de las penas eternas, puesto que establecen en principio el que "todos aquellos que están muertos, volverán a vivir".



14. Mas el hombre después que haya muerto, y despojado que sea y consumido, ¿dime dónde está? - ¿Crees, por ventura, que muerto un hombre tornará a vivir? Todos los días de mi presente milicia, estoy esperando hasta que llegue mi mudanza. (Job, Cap. XIV, v. 10, 14. Scio).

     Mas cuando un hombre ha muerto una vez, que su cuerpo separado de su espíritu está consumido, ¿qué es de él? - El hombre estando muerto una vez, ¿podría acaso vivir de nuevo? En esta guerra en que me encuentro todos los días de mi vida, espero que mi cambio llegará (Id. traducción de Sacy).

   Cuando el hombre muere pierde toda su fuerza, expira ¿después, en dónde está? - Si el hombre muere ¿volverá a vivir? Esperaré todos los días de mi combate hasta que llegue algún cambio. (Id. traducción protestante de Osterwald).


   Cuando el hombre es muerto, vive siempre; concluyendo los días de mi existencia terrestre esperaré porque volveré a ella de nuevo. (Id versión iglesia griega).



15. El principio de la pluralidad de existencias, está claramente expresado en estas cuatro versiones. No se puede suponer que Job quisiese hablar de la regeneración por el agua del bautismo, que ciertamente no conocía. "El hombre estando muerto una vez, ¿podría acaso vivir de nuevo? La idea de morir una vez y volver a vivir implica la de morir y volver a vivir muchas veces. La versión de la iglesia griega es aún más explícita, si es posible. "Concluyendo los días de mi existencia terrestre, esperaré, porque volveré"; es decir, volveré a la existencia terrestre. Esto es tan claro como si uno dijera: "Salgo de mi casa, pero volveré".

      "En esta guerra que me encuentro, todos los días de mi vida, espero que mi cambio llegará". Job quiere evidentemente hablar de la lucha de la vida; espera su cambio, es decir, se resigna. En la versión griega yo esperaré, parece más bien aplicarse a la nueva existencia: "concluyendo los días de mi existencia terrestre, esperaré, porque volveré". Job parece colocarse después de la muerte. en el intervalo que separa una existencia de otra, y decir que allí esperará su vuelta.


16. No es, pues, dudoso que bajo el nombre de resurrección, el principio de la reencarnación era una de las creencias fundamentales de los judíos, siendo confirmada por Jesús y los profetas de una manera formal; de donde se sigue que negar la reencarnación, es negar las palabras de Cristo. Sus palabras serán un día autoridad sobre este punto, como sobre muchos otros, cuando se mediten sin prevención.



17. Pero a esta autoridad, desde el punto de vista religioso, viene a unirse desde el punto de vista filosófico, el de las pruebas que resultan de la observación de los hechos; cuando de los efectos quiere uno remontarse a las causas, la reencarnación aparece como una necesidad absoluta, como una condición inherente a la humanidade en una palabra, como una ley de la naturaleza; se revela por sus resultados de una manera, por decirlo así, material, como el motor oculto se revela por el movimiento, ella sola puede decir al hombre "de dónde viene y dónde va y porque está en la tierra", y justificar todas las anomalías y todas las injusticia aparentes que presenta la vida (1).


   Sin el principio de la preexistencia del alma y de la pluralidad de existencias, la mayor parte de las máximas del Evangelio son ininteligibles; por esto dieron lugar a interpretaciones tan contradictorias: ese principio es la clave que debe restituirles su verdadero sentido.



Los lazos de familia fortificados por la reencarnación
y rotos por la unidad de existencias





18. Los lazos de familia no son destruidos por la reencarnación como creen ciertas personas; al contrario, se fortifican y estrechan: el principio opuesto es el que los destruye.


   Los espíritus en el espacio forman grupos o familias unidas por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones; esos espíritus felices porque están juntos, se buscan; la encarnación sólo les separa momentáneamente, porque después que vuelven a la erraticidad se encuentran como los amigos al regresar de un viaje. También se siguen muchas veces en la encarnación, en la que se reúnen en una misma familia, o en un mismo centro, trabajando juntos para su mutuo adelanto. Si los unos están encarnados y los otros no, no están menos unidos por el pensamiento; los que están libres velan por los que están cautivos; los más adelantados procuran hacer progresar a los rezagados. Después de cada existencia, han dado un paso en el camino de la perfección; cada vez menos unidos a la materia, su afecto es más vivo, por lo mismo que es más puro, y que ya no es turbado por el egoísmo ni por la obscuridad de las pasiones. De este modo pueden recorrer un número ilimitado de existencias corporales, sin que nada perturbe su mutuo afecto.



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(1) Para el desarrollo del dogma de la reencarnación, véase el "Libro de los Espíritus", caps.
IV y V del Lib. II, "¿Qué es el Espiritismo?", cap. II, por Allan Kardec; y la "Pluralidad de existencia
del alma", por Pezzani.


   Se comprende que hablamos ahora del afecto real de alma a alma, único que sobrevive a la destrucción del cuerpo, porque los seres que no se unen en la tierra sino por los sentidos, no tienen ningún motivo de buscarse en el mundo de los espíritus. Sólo son duraderos los afectos espirituales; los carnales se extinguen con la causa que los ha ocasionado, pero esta causa no existe en el mundo de los espíritus, mientras que el alma existe siempre. En cuanto a las personas unidas por el sólo móvil del interés, no son realmente nada la una para la otra; la muerte las separa en la tierra y en el cielo.




19. La unión y el afecto que existen entre parientes, son indicio de la simpatía anterior que les ha aproximado; por esto se dice, hablando de una persona cuyo carácter, gustos e inclinaciones no tienen ninguna semejanza con sus allegados, que no es de la familia. Cuando se dice esto se dice más verdad de lo que se cree. Dios permite en las familias estas encarnaciones de espíritus antipáticos o extraños con el doble objeto de servir de prueba para los unos y de medio de adelanto para los otros. Además, los malos se mejoran poco a poco con el contacto de los buenos y por los cuidados que de éstos reciben; su carácter se suaviza, sus costumbres se purifican, las antipatías se deshacen, y así es como se establece la fusión entre las diferentes categorías de espíritus, como en la tierra se establece entre las razas y los pueblos.



20. El temor que se tiene por el aumento indefinido del parentesco a consecuencia de la reencarnación, es un temor egoísta, y prueba de que no se siente un amor bastante grande para tenerlo a un gran número de personas. Un padre que tiene muchos hijos, ¿acaso no les ama tanto como si tuviera uno? Pero tranquilícense los egoístas: ese miedo no es fundado. De que haya un hombre que haya tenido diez encarnaciones, no se seguirá por esto que ha de encontrar en el mundo de los espíritus diez padres, diez madres, diez mujeres y un número proporcionado de hijos y de nuevos parientes; encontrará siempre los mismos objetos de su afecto, que se le habrán unido en la tierra con títulos diferentes, y aun puede ser con el mismo.



21. Veamos ahora las consecuencias de las doctrinas de la no reencarnación. Esta doctrina anula necesariamente la preexistencia del alma, siendo las almas creadas al mismo tiempo que el cuerpo, no existe entre ellas ningún lazo anterior; son completamente extrañas unas a otras; el padre se extrañó a sus hijos; la filiación de las familias se encuentra de este modo reducida a la sola filiación corporal, sin ningún lazo  espiritual. No hay, pues, ningún motivo para vanagloriarse de haber tenido por antepasados tales o cuales personajes ilustres. Con la reencarnación, antepasados y descendientes pueden ser conocidos, haber vivido juntos, haberse amado y encontrarse reunidos más tarde para estrechar sus lazos simpáticos.



22. Esto es en cuanto al pasado. En cuanto al porvenir, según uno de los dogmas fundamentales que se desprende de la no reencarnación, la suerte de las almas está irrevocablemente fijada después de una sola existencia; fijar definitivamente la suerte, implica la cesación de todo progreso, porque si hay algún progreso, no hay suerte definitiva, según vivieron bien o mal, van inmediatamente a la morada de los bienaventurados o al infierno eterno; de este modo están "separados para siempre y sin esperanza de unirse jamás", de tal modo, que padres, madres e hijos, maridos y mujeres; hermanos, hermanas y amigos, nunca están ciertos de volverse a ver; esta es la rotura más absoluta de los lazos de familia. Con la reencarnación y el progreso, que es su consecuencia, todos los que se han amado se encuentran en la tierra y en el espacio, y marchan juntos para llegar a Dios. Si hay algunos que tuercen el camino, retardan su adelanto y su felicidad, pero no se ha perdido toda la esperanza; ayudados, animados y sostenidos por los que les aman, saldrán un día del cenagal en donde se metieron. Con la reencarnación, en fin, hay solidaridad perpetua entre los encarnados y desencarnados y de aquí viene que se estrechan más los lazos de afecto.




23. En resumen, cuatro alternativas se presentan al hombre para su porvenir de ultratumba; 1ª la nada, según la doctrina materialista; 2ª la absorción en el todo universal, según la doctrina panteista; 3ª la individualidad con fijación definitiva de la suerte; según la doctrina de la iglesia; y 4ª la individualidad con progresión indefinida, según la doctrina espiritista. Según las dos primeras los lazos de familia se rompen después de la muerte, y no queda ninguna esperanza de volver-se a encontrar; con la tercera, pueden volverse a ver con tal que estén en un mismo centro, y este centro puede ser el infierno o el paraíso; con la cuarta, o sea con la pluralidad de existencias, que es inseparable del progreso gradual, hay certeza en la continuidad de relaciones entre los que se han amado, y esto es lo que constituye la verdadera familia.


INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Límites de la encarnación




24. "¿Cuáles son los límites de la encarnación?"
- Propiamente hablando, la encarnación no tiene límites bien marcados, si se entiende por tal la envoltura que constituye el cuerpo del espíritu atendido que la materialidad de esta envoltura, disminuye a medida que el espíritu se purifica. En ciertos mundos más adelantados que la tierra, es menos compacta, menos pesada y menos grosera, y por consiguiente, sujeta a menos vicisitudes; a un grado más elevado, es diáfana y casi fluídica; de grado en grado se desmaterializa y acaba por confundirse con el periespíritu. Según el mundo en que debe vivir el espíritu, toma éste la envoltura apropiada a la naturaleza de aquel mundo.


El mismo periespíritu sufre transformaciones sucesivas; se hace cada vez más etéreo hasta la completa depuración, que constituye la esencia de los espíritus puros. Si mundos especiales están afectos, como estaciones, a los espíritus muy adelantados, estos últimos no están sujetos a ellos como en los mundos inferiores; el estado libre en que se encuentran les permiten transportarse a todas las partes a que les llaman las misiones que les son confiadas.



Si se considera la encarnación desde el punto de vista material, como tiene lugar en la tierra, se puede decir que está limitada a los mundos inferiores; por consiguiente, depende del espíritu desembarazarse de ella más pronto, trabajando para su purificación.


Debe también considerarse que en el estado errante, es decir, en el intervalo de las existencias corporales, la situación del espíritu está en relación con la naturaleza del mundo al que le liga su grado de adelanto; así es que en la erraticidad, es más o menos feliz, libre e ilustrado, según esté más o menos desmaterializado (San Luis. París, 1859).


Necesidad de la encarnación


25. "¿ Es un castigo la encarnación y están sujetos a ello sólo los espíritus culpables?"


El tránsito de los espiritus por la vida corporal es necesario para que éstos puedan cumplir, con el auxilio de una acción material, los designios cuya ejecución les confía Dios; es necesario para ellós mismos, porque la actividad que están obligados a desplegar, ayuda al desarrollo de la inteligencia. Siendo Dios soberanamente justo, debe hacer parte igual a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la misma aptitud, las "mismas obligaciones que cumplir y la misma libertad de obrar", todo privilegio sería una preferencia, y toda preferencia una injusticia. Pero la encarnación, para todos los espíritus, sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar su vida, como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío. Los que desempeñan este deber con celo, pasan rápidamente y con menos pena los primeros grados de iniciación y gozan más pronto del fruto de sus trabajos. Por el contrario, aquéllos que hacen mal uso de la libertad que Dios les ha concedido, retardan su adelanto; así es que por su obstinación, puede prolongarse indefinidamente la necesidad de reencarnarse, y entonces es cuando la encarnación viene
a ser un castigo. (San Luis, París, 1859).


26. Nota. Una comparación vulgar hará comprender mejor esta diferencia. El estudiante no obtiene los grados de la ciencia sino después de haber recorrido la serie declases que a ellos conducen. Esas clases, cualquiera que sea el trabajo que exijan, son un medio de llegar al fin, y no un castigo. El estudiante laborioso abrevia el camino, y encuentra en él menos abrojos; lo contrario sucede al que por pereza y negligencia le obligan a duplicar ciertas clases. No es, pues, el trabajo de una clase lo que constituye el castigo, sino la obligación de volver a empezar el mismo trabajo.


Lo mismo sucede al hombre en la tierra. Para el espíritu del salvaje, que está casi al principio de la vida espiritual, la encarnación es un medio de desenvolver su inteligencia; pero para el hombre ilustrado cuyo sentido moral está muy desarrollado, y que está obligado a redoblar las jornadas de una vida corporal llena de angustias, cuando podía ya haber llegado al fin, es un castigo por la necesidad en que está de prolongar su morada en los mundos inferiores y desgraciados. Por el contrario, aquel que trabaja activamente en su progreso moral, puede, no sólo abreviar la duración de la encarnación moral, sino pasar de una sola vez los grados intermedios que le separan de los mundos superiores.


¿No podrían los espíritus encarnarse sólo una vez en el mismo globo y cumplir sus diferentes existencias en esferas también diferentes? Sería admisible esta opinión cuando todos los hombres estuviesen en la tierra, exactamente en el mismo nivel intelectual y moral. Las diferencias que existen entre ellos, desde el salvaje hasta el hombre civilizado, manifiestan los grados que están llamados a recorrer. Por otra parte, la encarnación debe tener un objeto útil; de otro modo, ¿cuál sería el de las encarnaciones efímeras de los niños que mueren en edad temprana? Hubieran sufrido sin provecho para ellos ni para otro; Dios, cuyas leyes son soberanamente sabias, no hace nada inútil. Por la reencarnación en el mismo globo, ha querido que los mismos espíritus encontrándose de nuevo en contacto, tuviesen ocasión de reparar sus faltas recíprocas:
por el hecho de sus relaciones anteriores, ha querido además fundar los lazos de familia en una base espiritual, y apoyar en una ley de la naturaleza los principios de solidaridad, de fraternidad y de igualdad.





























miércoles, 16 de mayo de 2012

Hay muchas moradas en la casa de mi padre - Cap III

 EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

CAPÍTULO III

Hay muchas moradas en la casa de mi padre


Diferentes estados del alma en la erraticidad. - Diferentes categorías de mundos habitados. - Destino de la tierra. - Causas de las miserias humanas. - Instrucciones de los espíritus: Mundos superiores y mundos inferiores. - Mundos de expiación y de pruebas. - Mundos regeneradores. - Progresión de los mundos.

1. No se turbe vuestro corazón. - Creéis en Dios, creed también en mi. - "En la casa de mi padre hay muchas moradas". Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho: Pues voy a aparejaros el lugar. - Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo estoy estéis también vosotros. (San Juan, cap. XIV, v. 1, 2, 3). 

Diferentes estados del alma en la erraticidad


2. La casa del Padre es el universo; las diferentes moradas son los mundos que circulan en el espacio infinito y ofrecen a los espíritus encarnados estancias apropiadas a su adelantamiento.

Independiente de la diversidad de mundos, estas palabras pueden también entenderse del estado feliz o desgraciado del espíritu en la erraticidad. Según esté más o menos purificado y desprendido de los lazos materiales, el centro en que se encuentra, el aspecto de las cosas, las sensaciones que experimenta, las percepciones que posee, varían hasta lo infinito; mientras que los unos no pueden alejarse de la esfera en que vivieron, los otros se elevan y recorren el espacio y los mundos; mientras que ciertos espíritus culpables van errantes en las tinieblas, los felices gozan de una claridad resplandeciente y del sublime espectáculo del infinito; enfin, mientras que el malo atormentado por los remordimientos, por los pesares, muchas veces solo, sin consuelo y separado de los objetos de su afecto, gime bajo el peso de los sufrimientos morales, el justo, reunido con los que ama, saborea las dulzuras de una indecible felicidad. También allí hay diferentes moradas, aun cuando no estén circunscritas ni localizadas.

Diferentes categorías de mundos habitados


3. De la enseñanza dada por los espíritus resulta que los diversos mundos están en condiciones muy diferentes los unos de los otros, en cuanto al grado de adelanto o de inferioridad de sus habitantes. Entre ellos los hay cuyos moradores son inferiores aún a los de la tierra, física o moralmente; otros están en el mismo grado y otros les son más o menos superiores en todos conceptos. En los mundos inferiores, la existencia es enteramente material, las pasiones imperan soberanamente, la vida moral es casi nula. A medida que ésta se desarrolla, la influencia de la materia disminuye, de tal modo, que en los mundos más adelantados, la vida, por decirlo así, es enteramente espiritual.

4. En los mundos intermediarios hay mezcla de bien y de mal, predominio del uno y del otro, según el grado de adelanto. Aun cuando no pueda hacerse una clasificación absoluta de los mundos, sin embargo, se hace atendido a su estado y a su destino y basándose en sus grados más marcados, dívidiéndolos de un modo general como sigue, a saber: mundos primitivos, afectos a las primeras encarnaciones del alma humana; mundos de expiación y pruebas, en donde el mal domina; mundos regeneradores, en donde las almas que aun no tienen que expiar adquieren nueva fuerza, descansando de las fatigas de la lucha; mundos felices, en donde el bien sobrepuja al mal, y mundos celestes o divinos, morada de los espíritus purificados en donde el bien reina sin mezcla alguna. La tierra pertenece a la categoría de los mundos de expiación y de pruebas, y por esto el hombre está en ella sujeto a tantas miserias.

5. Los espíritus encarnados en un mundo no están sujetos a él indefinidamente, ni cumplen tampoco en él todas las fases progresivas que deben recorrer para llegar a la perfección. Cuando han alcanzado en un mundo el grado de adelanto que él permite, pasan a otro más avanzado, y así sucesivamente hasta que han llegado al estado de espíritus puros; estas son otras tantas estaciones, en cada una de las cuales encuentran elementos de progreso proporcionados a su adelanto. Para ellos es una recompensa el pasar a un mundo de orden más elevado, así como es un castigo el prolongar su permanencia en un mundo desgraciado, o el ser relegado a un mundo más desgraciado aun que aquel que se ven obligados a dejar cuando se obstinan en el mal.


Destino de la tierra. - Causas de las miserias humanas

6. Nos maravillamos de encontrar en la tierra tanta maldad y malas pasiones, tantas miserias y enfermedades de todas clases, y de esto sacamos en consecuencia que la especie humana es lina triste cosa. Este juicio proviene del punto de vista limitado en que nos colocamos y que da una fslsa idea del conjunto. Es menester considerar que en la tierra no se ve toda la humanidad, sino una pequeña fracción de ella. En efecto, la especie humana comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los innumerables mundos del universo; así, pues, ¿ qué es la población de la tierra con respecto a la población total de estos mundos? Muchu menos que una aldea al lado de un grande imperio. La situación material y moral de la humanidad terrestre nada tiene de extraordinario si nos hacemos cargo del destino de la tierra y de la naturaleza de los que la habitan.

7. Nos formaríamos una idea muy falsa de los habitantes de una gran ciudad si los juzgásemos por la población de los barrios más ínfimos y sórdidos. En un hospital, sólo se ven enfermos y lisiados; en un presidio sólo se ven todos los vicios, todas las torpezas reunidas; en las comarcas insalubles la mayor parte de los habitantes están pálidos, enfermizos y achacosos. Pues bien, figurémonos que la tierra es un arrabal, una penitenciaría, un país malsano, porque es a la vez todo esto, y se comprenderá por qué las aflicciones sobrepujan a los goces; por qué no se llevan al hospital a los que tienen buena salud, ni a las casas de corrección a aquellos que no han hecho daño; pues ni lo hospitales ni las casas de corrección son lugares de delicias.

Pues así como en una ciudad, toda su población no está en los hospitales o en las cárceles, tampoco toda la humanidad está en la tierra; de la misma manera que uno sale de un hospital cuando está curado y de la cárcel cuando ha sufrido su condena, el hombre deja la tierra por mundos más felices, cuando está curado de sus dolencias morales.

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Mundos inferiores y mundos superiores

8. La clasificación de mundos inferiores y mundos superiores es más bien relativa que absoluta, porque un mundo es inferior o superior con relación a los que están encima o debajo de él en la escala progresiva. 

Tomando la tierra como un punto de comparación, podemos formarnos una idea del estado de un mundo inferior, suponiendo al hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones bárbaras que aun se encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo. En los mundos más atrasados los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios; tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones de lo justo y de lo injusto, la única ley es allí la fuerza brutal. Sin industria y sin invenciones, los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no abandona ninguna de sus criaturas: en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace latente la vaga intuición de un Ser supremo, más o menos desarrollada. Este instinto basta para hacer que unos sean superiores a otros, preparando su aparición a un~ vida más completa, porque éstos no son seres degradados, sino niños que crecen.

Entre estos grados inferiores y los más elevados, hay innumerables escalones, y entre los espíritus puros desmaterializados y resplandecientes de gloria con dificultad se reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el hombre adulto es difícil reconocer el embrión.



9. En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así es como se pintan los ángeles y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos, demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.

La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento. 

10. En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra, consecuencia de aquélla. Allí no hay ni amos, ni esclavos, ni privilegiados por nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de condición y da la supremacía. La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al mérito y porque siempre se ejerce con justicia. El hombre no procura elevarse sobre el hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose; y este deseo incesante no  es un tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos y las bajas codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y fraternidad reune a todos los hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.

11. En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma procuran una eterna alegría el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto que no turban ni las angustias de la vida material, ni es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido representarse los goces del cielo; ¿y por qué?; porque siendo inferior sólo ha sufrido pcnas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que conoce; pero a medida que se eleva y purifica, se esclarece el horizonte y comprende el bien que está delante de si, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.

12. Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados porque Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y las mismas facilidades para llegar a ellos, a todos los hace partir de un mismo punto, y no dota a unos más que a otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo más pronto posible, o languidecer durante siglos y siglos en lo más bajo de la humanidad. (Resumen de la enseñanza de todos los espíritus superiores).


Mundos de expiación y de pruebas


13. ¿Qué queréis que os diga de los mundos de expiación que vosotros no sepáis ya, puesto que os hasta el considerar la tierra que habitáis? La superioridad de la inteligencia, entre un gran número de sus habitantes, indica que no es un mundo primitivo destinado a la encarnación de espíritus recién salidos de las manos del Criador. Las cualidades innatas que llevan consigo son prueba de que han vivido ya y de que han realizado cierto progreso; pero también los numerosos vicios a que se inclinan, son indicio de una gran imperfección moral; por esto Dios los ha colocado en una tierra ingrata para expiar en ellas sus faltas por medio de un trabajo penoso y por las miserias de la vida, hasta que hayan merecido ir a un mundo más feliz.

14. Sin embargo, todos los espíritus encarnados en la tierra no han sido enviados por expiación. Las razas que vosotros llamáis salvajes son espíritus apenas salidos de la infancia, y que están, por decirlo así, educándose, y se desarrollan por el contacto de espíritus más avanzados. Luego vienen las razas medio civilizadas, formadas de los mismos espíritus que están progresando. Estos son, hasta cierto punto, las razas indígenas de la tierra, que se han desarrollado poco a poco después de largos períodos seculares, algunas de las cuales han podido alcanzar la perfección intelectual de los pueblos más ilustrados.

Los espíritus en expiación son en ella, si podemos expresarnos así, exóticos; han vivido ya en otros mundos, de los que han sido excluidos a consecuencia de su obstinación en el mal, y porque serían causa de turbación entre los buenos; han sido relegados por un tiempo entre los espíritus más atrasados y tiene pormisión hacerles adelantar, porque han llevado consigo la inteligencia desarrollada y el germen de los conocimientos adquiridos; por esto los espíritus castigados se encuentran entre las razas menos inteligentes: son también aquellos para quienes las miserias de la vida tienen más amargura, porque hay en ellos más sensibilidad y son más probados por el contacto de las razas primitivas, cuyo sentido moral es más obtuso. 

15. La tierra es, pues, uno de los tipos de los mundos expiatorios, cuyas variedades son infinitas; pero que tienen por carácter común el servir de lugar de destierro a los espíritus rebeldes a la ley de Dios. Ahí estos espíritus tienen que luchar, a la vez, contra la perversidad de los hombres y contra la inclemencia de la naturaleza, doble trabajo penoso que desarrolla al mismo tiempo las cualidades del corazón y las de la inteligencia. Así es como Dios en su bondad, hace que el castigo redunde en provecho del progreso del espíritu. (San Agustín. París, 1862.).

Mundos regeneradores

16. Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda azulada, ¡cuántos mundos hay como el vuestro designados por el Señor para expiación y para prueba! Pero los hay también más miserables y mejores, así como los hay transitorios que pueden llamárseles regeneradores. Cada torbellino planetario, corriendo en el espacio alrededor de un foco común, arrastra con él sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración y de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde es colocada el alma naciente, cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar hacia Dios, dueña de si misma, en posesión de su libre albedrío; se os ha hablado de cuán amplias facultades ha sido dotada el alma para hacer el bien; pero ¡ah! las hay que sucumben y no queriendo Dios anonadarlas, las permite ir a esos mundos en donde, de encarnaciones en encarnaciones, se purifican, se regeneran y se harán dignas de la gloria que se les ha destinado.

17. Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices; el alma que se arrepiente encuentra allí la calma y el reposo acabándose de purificar. Sin duda en esos mundos el hombre está aun sujeto a las leyes que rigen la materia; la humanidad experimenta vuestras sensaciones y vuestros deseos, pero está dispensada de las pasiones desordenadas de las que sois esclavos; allí no existe el orgullo que hace callar el corazón, la envidia que lo tortura y el odio que lo ahoga; la palabra amor está escrita en todas las frentes, y una perfecta equidad arregla las relaciones sociales; todos reconocen a Dios y procuran ir a El siguiendo sus leyes.

Con todo, allí no se encuentra aún la perfecta felicidad, pero sí su aurora. El hombre aun es carnal y por lo mismo está sujeto a vicisitudes de las que no se eximen sino los seres completamente desmaterializados; aun quedan pruebas que pasar, pero no tienen las punzantes amarguras de la expiación. Esos mundos, comparados con la tierra, son muy felices y muchos de entre vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí porque es la calma después de la tempestad, la convalecencia después de la cruel enfermedad; pero el hombre menos entregado a las cosas materiales, entrevé mejor el porvenir que vosotros, comprende que hay otros goces que el Señor promete a aquellos que se hacen merecedores de ellos, cuando la muerte ha segado de nuevo sus cuerpos para darles la verdadera vida. Entonces será cuando el alma libre dominará todos los horizontes; ya no tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los sentidos de un espíritu puro y celeste, aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes de amor y de caridad que se derraman de su seno.


18. Pero ¡ah! en esos mundos el hombre es aún falible, y el espíritu del mal no ha perdido en ellos completamente su imperio. No avanzar es retroceder, y si no está firme en el camino del bien, puede volver a caer en los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y más terribles pruebas.


Contemplad, pues, esa bóveda azulada por la noche, a la hora del descanso y de la oración, y en esas innumerables esferas que brillan sobre vuestras cabezas, dirigid vuestras súplicas a Dios y rogadle que un mundo regenerador os abra su seno después de la expiacion de la tierra. (San Agustín. Paris, 1862.)



Progresión de los mundos




19. El progreso es una de las leyes de la naturaleza; todos los seres de la creación animados e inanimados están sometidos a la voluntad de Dios, que quiere que todo se engrandezca y prospere. La misma destrucción que a los hombres parece el término de las cosas, sólo es un medio de llegar por la transformación a un estado más perfecto, porque todo muere para volver a nacer, y nada vuelve a entrar en la nada.




Al mismo tiempo que los seres vivientes progresan moralmente, los mundos que habitan progresan materialmente. El que pudiera seguir a un mundo en sus diversas fases desde el instante en que se aglomeraron los primeros átomos que sirvieron para constituirlo, lo vería recorrer una escala incesantemente progresiva, por grados insensibles para cada generación y ofrecer a sus habitantes una morada más agradable a medida que éstos adelantan en el camino del progreso. De este modo marcha paralelamente al progreso del hombre, el de los animales, sus auxiliares, el de los vegetales y el de la habitación, porque no hay nada estacionario en la naturaleza. ¡Cuán grande y digna de la majestad del Criador es esta idea! y por el contrario, ¡cuán pequeña e indigna de su poder es aquélla que concentra su solicitud y su providencia en el imperceptible grano de arena de la tierra, y concreta la humanidad a algunos hombres que la habitan!

La tierra, siguiendo esta ley, ha estado material y moralmente en una situación inferior a la que tiene hoy, y alcanzará, bajo esta doble relación, un grado más avanzado. Ha llegado ya a uno de sus períodos de transformación, en que de mundo de expiación va a pasar a un mundo regenerador; entonces los hombres serán en ella felices porque reinará la ley de Dios. (San Agustín. París, 1862.)

























miércoles, 9 de mayo de 2012

Mi reino no es de este mundo - Cap II


EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

CAPÍTULO II

Mi reino no es de este mundo




La vida futura. - El reinado de Jesús. - El punto de vista. - Instrucciones de los espíritus: Un reinado terrestre.

1. Volvió, pues, a entrar Pilato en el pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos? - Respondió Jesús: "Mi reino no es de este mundo". Si de este mundo fuese mi reino, mis ministros sin duda pelearían, para que no fuera yo entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí. - Entonces Pilato le dijo: ¿Luego Rey eres tú? - Respondíó Jesús: Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que  es de la verdad, escucha mi voz. (San Juan, cap. XVIII, versículos 33, 36 y 37).


 La vida futura

2. Con estas palabras Jesús designa claramente la vida futura, que presenta en todas las circunstancias como el término a donde iba a parar la humanidad, el cual debe ser objeto de las principales ocupaciones del hombre en la tierra; todas sus máximas se refieren a este gran principio. En efecto, sin la vida futura, la mayor parte de sus preceptos de moral no tendrían ninguna razón de ser; por esto aquellos que no creen en la vida futura y se figuran que sólo habla de la vida presente, no los comprenden o los encuentran pueriles.

Este dogma puede ser considerado como el eje de la enseñanza de Cristo; por esto está colocado entre los primeros, al principio de esta obra porque debe ser el punto de mira de todos los hombres, El solo puede justificar las anomalías de la vida terrestre y concordar con la justicia de Dios.


3. Los judíos tenían ideas muy inciertas de la vida futura; creían en los ángeles, a quienes miraban como seres privilegiados de la creación, pero no sabían que los hombres pudieran ser un día ángeles y participar de su felicidad. Según ellos, la observancia de las leyes de Dios era recompensada con los bienes de la tierra, con la supremacía de su nación y las victorias alcanzadas sobre sus enemigos; las calamidades públicas y las derrotas, eran el castigo de su desobediencia. Moisés no podía decir otra cosa a un pueblo pastor e ignorante que debía conmoverse, ante todo, por las cosas de este mundo. Más tarde vino Jesús a revelarles que hay otro mundo en el que la justicia de Dios sigue su curso; este es el mundo que promete a los que observan los mandamientos de Dios, y en donde los buenos encontrarán su recompensa; este es su reino; allí es donde está en toda su gloria, y a donde regresará al dejar la tierra.

 Sin embargo, Jesús, acomodando su enseñanza al estado de los hombres de su época, no creyó deber darles una luz completa que les hubiera deslumbrado sin iluminarles, porque no la hubieran comprendido; de cierto modo se límitó a anunciar en principio la vida futura como una ley de la naturaleza, la cual nadie puede evitar. Todo cristiano cree, pues, en la vida futura forzosamente; pero la idea que muchos se forman de ella es vaga, incompleta, y por lo mismo, falsa en muchos puntos; para un gran número, ésta sólo es una creencia sin certidumbre absoluta: de aquí se siguen las dudas, la incredulidad.

El espiritismo ha venido a completar en este punto, como en muchos otros, la enseñanza de Cristo, cuando  los hombres han estado en disposición de comprender la verdad. Con el Espiritismo la vida futura ya no es un simple artículo de fe, una hipótesis; es una realidad material demostrada por los hechos, porque son testigos oculares los que vienen a describirla en todas sus fases y con todas sus peripecias, de tal modo que no sólo no es posible la duda, sino que la inteligencia más vulgar puede representársela bajo su verdadero aspecto, como nos representamos al país del que se lee una descripción detallada; así, pues, esta descripción de la vida futura es de tal modo circunstanciada, y las condiciones de existencia feliz o desgraciada de los que se encuentran en ella son tan racionales, que es forzoso decir que no puede ser de otro modo, y que esta es la verdadera justicia de Dios.



El reinado de Jesús

4. El reinado de Jesús no es de este mundo esto es lo que comprenden todos; pero ¿no tiene también su reinado en la tierra? El título de Rey no implica siempre el ejercicio del poder temporal; se da de común consentimiento a aquel a quien su genio le coloca en el primer rango en un orden de ideas cualquiera que domina su siglo e influye en el progreso de la humanidad. En este sentido se dice: El rey o príncipe de los filósofos, de los artistas, de los poetas, de los escritores, etc. Este reino, nacido del mérito personal, consagrado por la posteridad, ¿no tiene muchas veces una preponderancia mucho mayor que el que supone la corona? El uno es imperecedero, mientras que el otro es juguete de las vicisitudes; el primero siempre es bendecido por las regeneraciones futuras, mientras que el otro es algunas veces maldecido. El reinado terrestre acaba con la vida, el reinado moral gobierna aún, y sobre todo después de la muerte. Bajo este concepto, ¿no es Jesús mucho más poderoso que los potentados? Con razón decía, pues, a Pilato: Soy Rey, pero mi reino no es de este mundo.  

El punto de vista

5. La idea clara y precisa que nos formamos de la vida futura, da una fe indestructible para el porvenir; y esta fe tiene inmensas consecuencias sobre la moralización de los hombres, porque cambia completamente "el punto de vista desde el cual se contempla la vida terrestre". Para el que se coloca, con el pensamiento, en la vida espiritual, que es indefinida, la vida corporal sólo es un pasaje, una estancia corta en un país ingrato. Las vicisitudes y las tribulaciones de la vida sólo son incidentes que sufre con paciencia, porque sabe que son de poca duración y deben ser seguidas de un estado más feliz; la muerte nada tiene de horrible; ya no es la puerta de la nada, sino la de la libertad que abre al desterrado la entrada de una morada de felicidad y de paz. Sabiendo que mora en un paraje temporal y no definitivo, toma los pesares de la vida con más indiferencia, y de esto le resulta una calma de espíritu que dulcifica su amargura.

Con la simple duda sobre la vida futura, el hombre dirige todos sus pensamientos a la vida terrestre; incierto del porvenir, todo lo dedica al presente; no entreviendo otros bienes más preciosos que los de la tierra, es como el niño que nada ve más allá de sus juguetes, y para procurárselos, lo hace todo; la pérdida del menor de sus bienes es una tristeza penetrante; un desengaño, una esperanza perdida, una ambición no satisfecha, una injusticia, cuya víctima es el orgullo o la vanidad herida, son otros tantos tormentos que hacen de su vida una agonía perpetua "dándose de este modo voluntariamente un verdadero y continuado tormento". Tomando su punto de vista de la vida terrestre, en cuyo centro está colocado, todo a su alrededor toma vastas proporciones; el mal que le alcanza, así como el bien que incumbe a los otros, todo adquiere a sus ojos una grande importancia. De la misma manera que aquel que está en el interior de una ciudad todo le parece grande, tanto los hombres que están elevados, como los monumentos, pero que transportándose a una montaña, todo lo encuentra pequeño, los hombres y las casas; así sucede con el que mira la vida terrestre bajo el punto de vista de la vida futura; la humanidad, así como las estrellas del firmamento, se pierden en la inmensidad; entonces se apercibe que grandes y pequeños están confundidos como las hormigas sobre un terrón de tierra; que proletarios y potentados son de una misma talla, y compadece esos efímeros que se toman tantas molestias para conquistar una plaza que les eleva tan poco y que tan poco tiempo conservarán. Por esto la importancia que se da a los bienes terrestres está siempre en razón inversa de la fe en la vida futura.



6. Se dirá que si todo el mundo pensase del mismo modo, nadie se ocuparía de las cosas de la tierra y todo se paralizaría. No; el hombre busca instintivamente su bienestar, y aun con la certeza de permanecer poco tiempo en el puesto, quiere estar lo mejor posible; no hay nadie que encontrando una zarza a su paso no la quite para no pincharse. Así, pues, los deseos de buscar el bienestar, fuerzan al hombre a mejorar todas las cosas, impulsado por el instinto del progreso y de conservación que está en las leyes de la naturaleza. Trabaja, pues, por necesidad, por gusto y por deber, y en esto cumple las miras de la Providencia, que con este fin le ha colocado en la tierrL El que considere sólo el porvenir, no da al presente sino una importancia relativa, y se consuela con gusto de las contrariedades del presente pensando en el destino que le espera. Dios no condena los goces terrestres, sino el abuso de estos goces en perjuicio de las cosas del alma; contra este abuso se precaven los que se aplican estas palabras de Jesús: "Mi reino no es de este mundo".



El que se identifica con la vida futura, se parece a un hombre rico que pierde una pequeña cantidad sin ninguna emoción; el que concentre sus pensamientos en la vida terrestre, es como un hombre pobre que pierde todo lo que posee y se desespera.

7. El Espiritismo ensancha el pensamiento y abre nuevos horizontes; en vez de esa vista estrecha y mezquina que le concentra en la vida presente, que hace del instante que se pasa en la tierra el único y frágil eje del porvenir eterno, enseña que esta vida sólo es un anillo en el conjunto armonioso y grandioso de la obra del Creador; enseña la solidaridad que reune todas las existencias de un mismo ser, todos los seres de un mismo mundo y los seres de todos los mundos; da también una base y una razón de ser a la fraternidad universal, mientras que la doctrina de la creación del alma en el momento del nacimiento de cada cuerpo, hace que todos los seres sean extraños unos a otros. Esta solidaridad de las partes de un mismo todo, explica lo que es inexplicable, si se considera un solo punto. Este es el conjunto que en tiempo de Cristo no hubieran podido comprender los hombres, y por esto reservó su conocimiento para otros tiempos.

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Un reino terrestre

8. ¿Quién mejor que yo puede comprender la verdad de estas palabras de Nuestro Señor? Mi reino no es de este mundo. El orgullo me perdió en la tierra. ¿Quién comprendería la nada de los reinos de ese mundo si yo no lo comprendiese? ¿Qué me he traído de mi reinado terrestre? Nada, absolutamente nada; y para que la lección fuese más terrible, ni siquiera lo conservé hasta la tumba. Reina fuí entre los hombres, reina creí entrar en el reino de los cielos; ¡engañosa ilusión! ¡Qué humillación cuando en vez de ser recibida allí como soberana, vi sobre mí, y mucho más altos, hombres a quienes creía muy pequeños y que yo despreciaba porque no eran de sangre noble! ¡Oh! ¡Entonces comprendí la esterilidad de los honores y de las grandezas que con tanta avidez se buscan en la tierra! Para prepararse un lugar en este reino, es necesario la abnegación, la humildad, la caridad en toda su celeste práctica, y la benevolencia para todos; nadie os pregunta lo qué habéis sido, qué rango habéis ocupado, sino el bien que habéis hecho, las lágrimas que habéis enjugado. ¡Ah! Jesús, tú lo has dicho, tu reino no es de la tierra porque es preciso sufrir para llegar al cielo, y las gradas del trono no aproximan a él: los senderos más penosos de la vida son los que conducen allí; buscad, pues, el camino a través de los abrojos y de las espinas y no entre flores. Los hombres corren tras los bienes terrestres como si debieran conservarlos siempre; pero aquí ya no hay ilusión, ven muy pronto que solo se asieron a una sombra y despreciaron los únicos bienes sólidos y duraderos, los únicos que les sirven en la celeste morada, los solos que pueden franquearles la entrada. Tened piedad de aquellos que no ganaron el reino de los cielos; ayudadles con vuestras oraciones, pqrque la oración aproxima al hombre al Todopoderoso; es el eslabón que une el cielo a la tierra; no lo olvidéis. (Una reina de Francia. Havre, 1863.)